Personajes Cannon, Predeterminados & Casting

Ginevra atravesó la puerta de la residencia Potter, con una media sonrisa y su pequeña hija Lily en brazos. Echó una mirada de reojo al reloj de pared- mientras se quitaba la bufanda y los guantes con dificultad- aliviándose al ver que faltaba tiempo para que su esposo y sus hijos arriben en la casa. Eso le daría tiempo de recuperarse del entrenamiento, tener una entretenida charla con la higiene, darle de comer a su niña, para finalmente prepararse para el bautismo de su querida sobrina Lucy- la bebé recién nacida y al parecer, la última de todos los Weasley.
Una dulce sonrisa se posó sobre sus afresados labios, al pensar que- luego de tantas luchas- todo había concluido en un final feliz. Su vida para envidiar, realmente. Tenía un esposo que la amaba, gente que la quería y tres hermosos hijos. ¿Qué más podía pedir?

Había pasado media hora, cuando escuchó la puerta de abajo abrirse. - - ¡Pelirroja, ya llegué! - la mujer rodó los ojos, a pesar de los años, Harry insistía por llamarla así; pero aquello no hizo que su amor por aquel hombre disminuyera, todo lo contrario. - ¡Estoy arriba, amor!- le gritó desde la habitación, dándose un último vistazo a su atuendo. Maquillaje sencillo, resaltando sus pómulos y apenas un delineado bajo sus orbes del color del chocolate. Estaba simplemente perfecta, el chiflido que escuchó de los labios de su esposo sólo se lo confirmó. - ¿Seguro que no se equivocaron al entregarme a mi esposa? - se acercó con pasos casi felinos, a donde su mujer lo esperaba con una sonrisa. No tardó nada en rodear la cintura de la pelirroja y empezar a depositar pequeños besos en el fino cuello de Ginevra. - Vamos, Harry. - rió ella, intentando apartarlo sin muchas ganas. - No te pongas meloso ni empieces algo que no podrás terminar. Los chicos están por llegar en cualquier momento, y Lily... - abrió sus ojos, interrumpiéndose bruscamente. Se apartó de Harry, dándole un pequeño golpe en su pecho con la palma de su mano, y cruzó la habitación a grandes zancadas, deteniéndose frente a una cuna en donde el rosa, predominaba en el decorado. - Esta durmiendo todavía... - se llevó una mano a su corazón, soltando un pequeño suspiro de alivio.

- ¿Te olvidaste de nuestra hija?- preguntó ciertamente divertido con la situación, recibiendo una mirada nada bonita de parte de Ginevra. - Fue tu culpa. - fue lo único que le respondió, sintiendo sus mejillas cambiar de temperatura, mientras terminaba de acurrucar aún mas a su pequeña niña. Sentía pena por su hija, no le sería nada fácil sobrevivir a esa familia de puros hombres.
Observó de reojo como Harry movió sus labios -seguro para refutar su último comentario- pero cierto murmullo familiar se escuchó afuera de la residencia, acallando cualquier protesta. - ¡Eres un embustero, James!- imposible no reconocer la infantil pero enojada voz de su hijo Albus. - ¿Yo? te recuerdo que el mal perdedor aquí es otro. - y la siempre calma del primogénito de la familia. No ponía en duda que ese chico sería un gran problema para los profesores cuando llegara su momento de ir a Hogwarts. Pero aquello no le extrañaría ¿Desde cuándo un Potter era tranquilo? - ¡Mamá! - la pelirroja rió cantarinamente, mientras negaba con su cabeza. - Cuida a Lilian, ya regreso. - le indicó sin quitar su sonrisa, depositando un último beso en la mejilla de su esposo y abandonando aquella habitación compartida. Era definitivo, jamás se cansaría de ello.