Congelada {libre}

Era uno de esos días que odiaba con todo mi ser, de esos días donde con acercarte tantito a alguna puerta o ventana con eso tenias para titiritar de frio como si estuvieses en una ventisca y no, no era que yo fuese una friolenta, para nada, simplemente así era como era, punto.

Me arrebuje mejor en mi capa abrazando con fuerza mi nueva adquisición: un libro gastado de Runas Antiguas que había sacado de la biblioteca, ya había terminado la tarea pero no me molestaba echarle un vistazo a lo ahí escrito, era entretenido y no tenia nada mejor que hacer así que ¿Por qué no?

Refunfuñe nuevamente para mis adentros, no soportaba aquello, mis labios se sentían resecos, pero si pasaba mi lengua por ellos seguramente mañana amanecería con cortes en ellos y eso era muy poco atractivo así como incomodo y doloroso, pero había olvidado el brillo labial en mi habitación, a donde ahora me dirigía, así que tendría que seguir así hasta llegar a mi destino. Suspire y abrace nuevamente mis libros ¡por Merlín y sus calzones, estaba congelándome! No me sorprendería terminar en la enfermería con un severo caso de hipotermia, congelamiento o algo peor. Sacudí la cabeza quitándome el mechón que se afanaba por quedarse en mis ojos mientras volvía a resoplar.

Quizá si era cosa mía y no hacia tanto frio, nadie se estaba congelando como yo ¿cierto? Suspire.

Bajaba de la biblioteca a toda prisa, un nuevo libo de hechizos para la memoria había llegado y no podía esperar para leerlo. Salí de la sala con todo mi pesar ya que el frío helaba hasta los huesos y si no fuese por el libro, estaría cómoda en mi cama bajo el fuego de la chimenea que teníamos en la habitación, pero no, salí y elegí un mal momento para hacerlo. A pesar de haberme puesto un tapado de piel que el tío Víctor me había traído del norte el frío era tal que el tapado parecía de papel; incluso la bibliotecaria estaba en algún lugar calentito, porque cuando me acerqué al mostrador llegó refunfuniando. Sabía que si no hubiese sido yo, probablemente ni se habría asomado.

Caminaba por los pasillos ya volviendo sin dejar de ojear el libro, aunque las manos me temblaban solas y mi pulso era fatal tanto que por poco se me cae al suelo... que estaba congelado y hubiese jurado que tenía una capa de hielo, estaba tan resbaloso que debía hacer fuerzas para no patinarme, y todo eso con las manos ocupadas. El libro parecía interesante y cada vez me costaba menos prestarle atención al recorrido, por suerte una cabellera roja me hizo cerrarlo, y correr hacia ella; claro que a penas pude llamarla, porque al primer grito de -Hey Lil..- patiné con una baldoza desnivelada y me fui de bruces al suelo dejando volar el libro a unos cuantos metros de donde me encontraba.

¡ho por Merlín que no volvía a ir a la biblioteca con un frio como aquel! Sentía, o mejor dicho, ya no sentía ni los dedos, se me estaban entumiendo, moverlos de su posición, alrededor del libro y mi capa, dolía como si me estuviese quebrando cada uno de los ligamentos que tenia ¿realmente aquello podía estar mas frio? Ho, espera ¡si que podía! Mi Sala Común estaba en las mazmorras, estaba calientita, eso si, pero el trayecto hasta ahí seria un maldito martirio. De repente las ganas de llegar a mi Sala Común parecían haberse congelado.

Rechine los dientes.

En eso estaba, cuando escuche la inconfundible voz de Lucy, mi prima, me volví justo para verla caer a un par de metros de mi, sintiendo, poco después, un golpe en la punta de mis zapatos, mire hacia abajo con curiosidad notando un libro que, seguramente, venia de la biblioteca. Me agache para recogerlo y luego mire a Lucy sonriendo, tomando el mio en una mano y el que, seguramente, seria de mi prima, en la otra, me acerque, con cuidado, hasta a ella y le tendí una mano, mientras hacia malabares con los dos libros en una mano – hola, Lucy – salude sonriendo para luego tenderle el libro una vez que estuvo en pie – supongo que esto es tuyo, a menos que ahora lluevan libros en el castillo – me encogí de hombros volviendo a sonreír - ¿vienes de la biblioteca? No te vi, acabo de venir de ahí yo también… creo que la loca de la biblioteca ya me odia – murmure encogiéndome de hombros. Si, la idea era hacer tiempo antes de tener que ir a mi Sala Común, aunque, ahora que lo analizaba, quizá quedarse hablando en un pasillo no era tan buena idea…